Mario Guerra les va a dar las red flags en hombres y cómo es que las pueden detectar desde la primera cita, así que tomen nota.
Importantísimo tener en cuenta que no todas las relaciones que presentan algunas «red flags» están condenadas al fracaso. Sin embargo, es importantísimo reconocer estas señales y tomarlas en serio para poder evaluar la situación y tomar decisiones informadas sobre el futuro de la relación.
¿Qué son los focos rojos, red flags o señales de alarma en una persona?
Las «red flags», señales de alerta o «focos rojos» en una relación son comportamientos o actitudes que pueden indicar que la relación no es saludable o que existe un riesgo potencial de daño emocional o psicológico. Estas señales pueden ser sutiles o evidentes, y pueden manifestarse de diversas maneras.
Red flags en hombres, te decimos cómo detectarlas
El que tu pareja presente una o más de estas señales no es garantía de una relación defectuosa o tóxica, pero tampoco es algo que puedas o debas cambiar en el otro si él mismo no tiene interés de hacerlo.
No invierte en la relación
No hace o no ejecuta planes para salir juntos: No hace reservaciones, no verifica horarios, no anticipa posibles dificultades.
No le emociona hacer cosas contigo: Le da lo mismo lo que hagan o a donde vayan y te deja que siempre tú tomes la decisión, pero quizá siempre haya algo que no le guste y te lo reproche.
No habla del futuro común: No hay planes en conjunto o no habla en plural cuando se refiere al futuro medio o distante.
Le da un poco lo mismo si terminan: Si en algún momento de enojo le sugieres terminar, simplemente te responderá “esta bien, si es lo que tu quieres”.
Si pasa esto, lo más probable es que acabarás por sentir qué tú eres quien sostiene la relación, eso puede abrumarte y hacerte sentir poco valorada, dañando tu autoestima.
No suele reconocer faltas ni pedir perdón
Sabiendo que el exteriorizar las culpas en una conducta predominantemente masculina, una de las red flags en hombres es que no deja de ser inmaduro no reconocer los errores y atribuirlos a factores externos, incluso metafísicos (como la mala suerte o tener un signo zodiacal mal aspectado).
Suele creer que pedir perdón es reconocer que se está mal y que el otro está bien, por lo que siente que “perdió”, lo cual es un pensamiento inmaduro y narcisista, al pensar que todo tiene que girar en torno a él. Pedir perdón tiene que ver más con tener empatía al reconocer que se ha lastimado al otro y querer reparar la falta cometida.
Esto empeora si quien acaba teniendo la culpa de todo eres tú; es decir, suele voltear la situación en tu contra, “es que tú sacas lo peor de mí, por eso te grito…”
Puede que termine en una gran frustración, enojo y sensación de injusticia al tener que “perdonar” sin que te lo pidan e incluso al acabar tú pidiendo perdón por lo que no hiciste.
Es demasiado “hermético”
El que sepas que le gusta la cerveza, el fútbol y la pizza no quiere decir que lo conoces. El que intercambien mensajes de texto de “cómo estás”, “qué haces” y “que descanses” no es una comunicación que fortalezca la intimidad, especialmente si las respuestas son “bien”, “nada” y “gracias, igual…”
Una persona que no suele conversar acerca de su niñez, las cosas que la apasionan en la vida, por qué terminaron sus relaciones pasadas, sus miedos, sus sueños o sus expectativas, incluso sobre la relación, probablemente no quiera o no pueda abrirse a la intimidad de una pareja.
Si bien esto no es una conducta maléfica en sí misma, sí es en definitiva una de las red flags en hombres que impide conocer quién es realmente la persona con la que te estás relacionando y debilita el pegamento de una relación significativa.
Pregúntate “¿realmente lo conozco?”; de otra manera con el tiempo dirás que “ya no es como antes”, cuando en realidad siempre ha sido el mismo, sólo que nunca le conociste bien.
Si continúa así, podrías terminar en una relación llena de frialdad y distancia, pues las conversaciones y las autorrevelaciones profundas son el elemento central que construye la intimidad en una relación.
Te trata como a un subordinado o como si fuera alguien superior a ti
Si bien puede ser verdad que muchas mujeres se ven atraídas hacia hombres de rasgos dominantes, que resuelvan, decidan y estén a cargo de distintas situaciones de la vida, es fácil que estas conductas tiendan a romper ciertos límites.
Una pareja que te regaña, que te critica, que te reprende por tus errores o que te insulta por cometerlos no sería tu mejor elección. Cuando discuten o tienen alguna diferencia invierte su tiempo no en hacerte ver su punto de vista o entender el tuyo, sino en convencerte de que estás muy mal y él está bien.
Se vuelve psiquiatra, psicólogo y maestro y te escupe diagnósticos de demencia (“estás loca”), de despersonalización (“quién te crees que eres”) y de evaluación académica (“no sabes nada”).
El posible desenlace de esta conducta, serán la constante lucha de poderes, tú al pedir un trato equitativo y simétrico y él al tratar de aplacar la rebelión que para él se está formando en tu cabeza.
Tiene estándares o expectativas confusas y ajusta las historias a la velocidad de la luz
Te reprende por no haberle recordado que tenía la cita con el doctor, pero se molesta cuando le llamas para recordarle que hoy tienen una cena con los amigos.
Te acusa de ser manipuladora o histérica, mientras te grita que vayas a terapia para ver si tienes remedio. Te jura que en la comida de trabajo no había mujeres, pero cuando le compruebas que sí, entonces te dice que era un cliente; pero cuando le compruebas que era su asistente, entonces te dice que sí, que la tuvo que llevar para que tomara notas; pero cuando le compruebas que la fue a dejar a su casa a la salida te dice que sí, pero porque salieron tarde; pero cuando le compruebas que entre la comida y llevarla se quedaron solos en el bar dice que sí, pero porque tenía un problema y ni modo de no escucharla.
Al final te dice que no te dijo la verdad porque sabía que te ibas a enojar y sostiene su punto en que de verdad ya estás enojada, pero no tanto por lo que pasó, sino por sus mentiras. Lo más seguro es que termines con frustración, impotencia y confusión. No es posible ganar un juego que ni siquiera puede entenderse.
Quiere cambiar… pero cosas de ti
Puede que te diga que eres perfecta, pero lo serías más, si hablaras menos, fueras menos obsesiva, celosa, enojona, controladora, etc. Es verdad que cada uno debe hacerse responsable por identificar las conductas que ayudan o no en una relación, pero si el otro pretende cambiar tu personalidad, no sólo se frustrará, sino que al final quiere relacionarse con una versión de tí que es conveniente para él, no con quien tú eres en realidad.
Lo más seguro es que termines con afectaciones a tu autoestima y constantes reclamos de parte de él por tu necedad de “no cambiar”.
Tiene terror al ridículo o al “qué dirán”
Una de las red flags de los hombres es el que no les guste cometer errores o tengan alguno en público, les provoca una reacción de vergüenza; eso es hasta cierto punto normal.
Cuando la cosa se vuelve negativa es cuando su miedo al ridículo o a equivocarse lo hace sentir vulnerable, se torna en ansiedad y esa ansiedad la canaliza a través del enojo contigo. El enojo suele canalizarlo cuando están a solas: al ir de regreso a casa o en voz baja pero hostil en la misma reunión.
Por ejemplo, si llegaron tarde y tú dices “es que a Miguel se le quedaron las llaves del coche adentro”, se pondrá muy enojado y te hará un gran reclamo por haberlo hecho “quedar mal” (con la verdad). Suele ser una persona rígida e inflexible con otros y consigo mismo. Nadie es perfecto, pero suele creer que él y los suyos sí deben serlo.
En general este es un proceso ansioso que deberá ser reconocido y atendido por quien lo padece. Lamentablemente no suele ser así y se tiende a afectar a la pareja en este proceso.
Lo más seguro es que pasarás la vida con esa pareja tratando de evitarle contrariedades y situaciones “riesgosas”, pero por más que hagas, la vergüenza preexiste en su mente y siempre habrá algo que reclamarte en este sentido. Acabarás tan ansiosa como él.
Suele ser mezquino
Una cosa es preservar la economía, el patrimonio y otra privarse o privar a los suyos de ciertos elementos que enriquecen o hacen la vida más feliz.
Un hombre mezquino puede serlo no sólo con el dinero, sino con su tiempo, con las atenciones, los cumplidos y las demostraciones de afecto. No es que no tenga lo que escatima, sino que decide no darlo conscientemente.
Suele argumentar razones lógicas o prácticas para su comportamiento y no valora las repercusiones emocionales de un hecho, por ejemplo:
- “Para qué compramos palomitas en el cine, están muy caras, mejor nos las comemos antes y así ahorramos…”
- “Los pasteles están carísimos, mi mamá siempre nos horneaba uno y le quedaba más sabroso, por qué no le haces uno a Juanito para su fiesta y ya…”
- “Para qué te tengo que decir que te quiero si ya lo sabes, si no te quisiera de verdad ya te hubieras enterado”.
- “No voy a agarrarte de la mano en la calle porque ya estamos grandes y nos vamos a ver ridículos”
- “Eso de abrirte la puerta del coche ya no se usa…”
- “Pues no te avisé que te vinieron a buscar porque el otro día no me avisaste que me había llegado un sobre”.
Lo más seguro es que tengas una vida de grandes carencias materiales y emocionales. A sus ojos todos son derrochadores y el resto son ladrones. Lo emocional le parece ridículo e innecesario.
Especialista: Es psicoterapeuta, conferencista, business coach, docente, experto en teoría del apego y procesos de cambio y pérdidas. Además es experto en pérdidas, autor de «Los claroscuros del amor» y el auténtico rockstar del amor.