¿Por qué no queremos ser resilientes?

Mucho se habla sobre la resiliencia, pero ¿qué es? Enrique Tamés nuestro filósofo de cabecera, que explique realmente de qué se trata y cómo podemos adoptarla para tener una vida con mucha paz.

La palabra “resiliencia” es una de las más utilizadas por los estudios de la psicología y del bienestar mental de los años recientes, sin embargo, su origen no está en estas disciplinas, y si supiéramos un poco más acerca de este origen y de lo que en realidad significa, a lo mejor no la utilizaríamos tanto. Pero antes demos un poco de contexto.

Vivimos tiempos muy retadores: algunas partes del mundo están sufriendo conflictos bélicos terribles, no hay final cercano y todo parece indicar que no hemos tocado fondo, que las guerras continuarán y crecerán.

Por otro lado, esta realidad del cambio climático está mostrando fenómenos devastadores en diferentes regiones: huracanes, inundaciones y sequías contrastan en distintas regiones. Violencia interna en muchas partes del mundo, migraciones… Luego, está la vida política de varios países, mostrando mucha violencia en sus discursos. Todo ello nos lleva a la necesidad de volvernos fuertes ante condiciones adversas.

La psicología en general ha utilizado el término resiliencia de dos maneras diferentes:

  1. Las condiciones de recuperación después de algún tipo de trauma.
  2. Mantenerse sano a pesar del estrés o de condiciones de alto riesgo.

¿De dónde viene la resiliencia?

El origen científico de la palabra no viene de la psicología, sino de la química y la física, y para ello hay que remontarnos hasta 1850, y los experimentos de materiales ferroviarios del ingeniero inglés Thomas Tredgold, que investigaba acerca de la capacidad que tenían ciertos materiales de volver a su estado original.

Hay materiales que cuando se les aplica alguna fuerza, no pueden regresar a su estado original, hay otros que sí: estos últimos son materiales resilientes.

Se entiende que la psicología va a tomar este concepto para hablar del bienestar de las personas, como una especie de metáfora o analogía: Las personas que sufren algún evento difícil, queremos que regresen a su estado normal, antes de que tuviera la situación difícil, pero la pregunta es; ¿en realidad queremos eso? ¿Queremos regresar al estado original? ¿o queremos salir mejor?

Los primeros estudios psicológicos de la resiliencia los hicieron las investigadoras norteamericanas de UC Davis, Emmy Warner y Ruth Smith y se publicó en 1973: The children of Kauai: A longitudinal study from the prenatal period to age ten. La principal tesis de esta investigación es que no todos los niños expuestos a condiciones adversas desarrollan problemas a largo plazo.

A través de su trabajo, descubrieron que alrededor de un tercio de los niños en situaciones de alto riesgo (por ejemplo, pobreza, disfunción familiar, abuso) lograron adaptarse y desarrollarse de manera positiva, mostrando lo que denominaron resiliencia.

¿Qué factores fueron clave para que los niños fueran resilientes?

  • Relaciones positivas: con al menos un adulto de apoyo, como un padre, maestro o mentor.
  • Características personales: como la autoestima, la independencia y la capacidad de resolver problemas.
  • Recursos comunitarios: como el acceso a educación y apoyo social.

La tesis principal de su trabajo es que, a pesar de los desafíos, existen factores protectores que permiten a los individuos ser resilientes y desarrollarse de manera saludable, incluso en entornos adversos.

Esto rompió con la idea determinista de que los problemas de la infancia necesariamente resultan en problemas en la vida adulta (“infancia es destino”, dice la frase de inspiración freudiana), y destacó la capacidad humana para superar obstáculos con el apoyo adecuado.

¿Qué otras condiciones encontramos de la gente resiliente?

Capacidad de regulación emocional: La habilidad para manejar emociones, especialmente en situaciones de estrés o adversidad, es clave para la resiliencia.

Inteligencia emocional: Las personas resilientes tienden a ser capaces de gestionar sus emociones, lo que les permite tomar decisiones convenientes en situaciones difíciles.

Pensamiento optimista: Tener una perspectiva positiva o enfocarse en soluciones en lugar de problemas puede ayudar a las personas a ver los desafíos como oportunidades de crecimiento, en lugar de obstáculos insuperables. El optimismo y la esperanza son elementos cruciales para superar adversidades.

Sentido de propósito: Aquellas personas que tienen un sentido claro de propósito en la vida, de rumbo, de dirección, suelen ser más resilientes. Tener una «razón de ser» puede ayudar a mantener la motivación y perseverar a pesar de las dificultades.

Habilidades de resolución de problemas: Ser capaz de analizar una situación, identificar posibles soluciones y tomar decisiones es una habilidad fundamental para enfrentar la adversidad. Las personas resilientes tienden a ser buenas resolviendo problemas y ajustando sus estrategias según sea necesario.

Apoyo social amplio: Además del apoyo de un adulto clave. El acceso a una red social más amplia de amigos, compañeros de trabajo o miembros de la comunidad puede proporcionar recursos emocionales y prácticos que fortalezcan la resiliencia.

Flexibilidad cognitiva: La capacidad de adaptar el pensamiento y las estrategias frente a situaciones cambiantes permite que las personas resilientes afronten los desafíos con creatividad y flexibilidad, ajustándose a nuevas circunstancias sin quedar atrapados en enfoques rígidos. “Mentalidad de crecimiento», le llama Carolyn Dweck.

Autoconfianza y autoeficacia: Tener confianza en la propia capacidad para enfrentar y superar dificultades (autoeficacia) es un factor importante. Las personas resilientes tienden a creer que tienen el poder de influir en los resultados de su vida, lo que las motiva a actuar frente a los desafíos.

Sentido de pertenencia y conectividad: Estar vinculado a una comunidad o grupo, ya sea familiar, religioso, cultural o laboral, proporciona una sensación de pertenencia que puede dar apoyo emocional y sentido en momentos difíciles.

La palabra “resiliente” viene del latín, “salió”, que significa salto. “Re” significa repetición: y resiliente significa eso: queremos volver a saltar, saltar obstáculos, pero no para caer en el mismo lugar, como sugiere la química, sino para caer en un mejor, mucho mejor lugar.

Nelson Mandela, expresidente de Sudáfrica, una de las personas más conocidas del siglo XX, quien estuvo 27 en prisión, escribió: “No me juzguen por mis éxitos, júzguenme por cuántas veces me caí y me volví a levantar”.