Beneficios de hacer el ridículo

Álvaro Gordoa, Rector del Colegio de Imagen Pública, va a explicar los beneficios de hacer el ridículo para mejorar nuestra salud mental.

Aunque no lo crean existen beneficios de hacer el ridículo, desde tener mayor resiliencia hasta salir de nuestra zona de confort, así que tomen nota y cuando hagan el oso, en lugar de agobiarse por eso, mejor sáquenle provecho.

Beneficios de hacer el ridículo

Imagina a dos personas en un karaoke: una que se toma demasiado en serio y se siente cantante, y otra que simplemente se divierte, riéndose de sus propios errores y desafinos. ¿A quién preferirías escuchar? La mayoría de nosotros optará por la persona que no teme hacer el ridículo. Esa autenticidad nos resulta irresistible. Pues está demostrado que la gente que no teme hacer el ridículo (o que incluso lo hace y lo maneja con gracia), se vuelve más simpática para los demás.

El Poder de la Vulnerabilidad

La vulnerabilidad nos hace más humanos y accesibles. La Dra. Saxe, del MIT, ha demostrado que el cerebro humano procesa la empatía a través de redes neuronales específicas que se activan cuando tratamos de comprender las emociones y pensamientos de otros.

Dice que la vulnerabilidad nos hace más accesibles porque estas regiones son más receptivas cuando percibimos que alguien está mostrando emociones auténticas o está en una situación vulnerable, lo que nos induce a empatizar más profundamente. A esto se le conoce como modelo de la empatía afectiva, y describe cómo los humanos comparten automáticamente las experiencias de los demás a nivel emocional y que facilita que las personas se conecten con otros que muestran imperfecciones o están pasando por dificultades.

En resumen, cuando las personas percibimos vulnerabilidad, generamos una respuesta emocional más fuerte y una inclinación a la empatía. ¡Hay más carisma en la imperfección que en la perfección! Por lo tanto, hacer el ridículo, lejos de ser un signo de debilidad, activa respuestas empáticas y favorece las conexiones sociales. Pero, por si fuera poco, hacer el ridículo ayuda también a la autoestima y resiliencia.

Autoestima y Resiliencia

Un ego sano es aquel que abraza nuestras imperfecciones y fracasos, por lo que mientras menos vicios del ego (egolatría, egocentrismo y egoísmo) menos temor a hacer el ridículo tendremos.

Incluso entre grandes empresarios y gente exitosa, existe el concepto de «Fuckup Nights»: donde se reúnen para compartir sus fracasos más estrepitosos. Lo que hace que estos eventos sean poderosos no es solo la catarsis de admitir fallos, sino la fortaleza y el aprendizaje que resultan de ello. A través de estas experiencias, las personas desarrollan una autoestima más sólida, porque se acostumbran a ver el fracaso no como el fin, sino como un componente vital del éxito.

Pero aceptar el ridículo no solo tiene que ver con las interacciones sociales, sino también con la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Hacer el ridículo implica un fracaso momentáneo, pero ese «fracaso» es un paso clave hacia la resiliencia.

En la cultura actual, tendemos a glorificar el éxito y ocultar los errores, pero es justamente en los errores donde encontramos nuestras mayores lecciones. La resiliencia no es cuántas veces evitamos caer, sino cuántas veces nos levantamos después de un fracaso.

Crecimiento mediante el ridículo

En psicología, se estudia cómo las personas que ven los errores como oportunidades de crecimiento tienden a ser más exitosas y felices. Esto se relaciona con el concepto de «mentalidad de crecimiento» de Carol Dweck, donde aquellos que abrazan sus fracasos como parte del proceso, son más propensos a alcanzar sus metas a largo plazo.

Consejos Prácticos para Abrazar el Ridículo

  • Sal de tu zona de confort deliberadamente: Busca actividades que te incomoden ligeramente, como hablar en público, entablar conversaciones con desconocidos, bailar, disfrazarnos, participar en shows de interacción con público y cantar en karaokes. Cuando experimentas estas situaciones, tu mente se entrena para tolerar la vulnerabilidad, y cuando el cerebro sabe que no pasó nada malo, se hace más fuerte ante las críticas, más tolerable a los fracasos y más poderoso ante las cosas que no incomodan.
  • Ríete de ti mismo: El humor es una herramienta poderosa para desactivar la vergüenza. Si logras hacer que una situación incómoda sea graciosa, ganarás no solo la simpatía de los demás, sino también control sobre tus emociones. Además, reírnos de nuestras desgracias es la mejor forma de manejar los osos.
  • Asúmete como inexperto (o asúmete como pendejo): la humildad socrática del “yo sólo sé que no se nada”, genera un pensamiento crítico y una curiosidad casi infantil que nos ayuda a crecer, pues serás más inquisitivo y no tendrás miedo a mostrarte vulnerable ante tu desconocimiento.
  • Reenfoca tus errores, miedos y debilidades: Cuando falles, creas que tienes una debilidad o estés en una situación de miedo, en lugar de castigarte mentalmente o limitarte, reflexiona qué cosas bonitas dice de ti esa emoción o debilidad. Así lo convertirás en fortaleza y gozarás del carisma de ser perfectamente imperfecto.
  • Comparte tus “Fuckups”: Aprenderás que tus errores, desgracias y limitaciones, no te hacen menos capaz; de hecho, te humanizan y te conectan más con los demás, siendo un ingrediente increíble de tu imagen pública.

Especialista: Álvaro Gordoa. Rector del Colegio de Imagen Pública, asesor político, empresarial y del entretenimiento en las áreas de creación y modificación de Imagen Pública, autor de los libros «Imagen Cool», «El Método H.A.B.L.A.» y «La Biblia Godínez».