EFE.- La obtención por parte del ser humano de la miel producida por las abejas es una labor que se remonta hace siglos. Ya una pintura rupestre encontrada en España, que data de hace 10.000 años, representa una figura humana que recolecta un panel de miel de una colmena silvestre rodeada de abejas.
La apicultura estaba muy desarrollada en el antiguo Egipto, donde además se practicaba la trashumancia de las colmenas, como lo representan numerosos bajorrelieves encontrados en las tumbas de los faraones, en los que se pueden ver a estos históricos apicultores transportar los panales mediante barcas por el Nilo, en busca de las floraciones desde el Alto al Bajo Egipto.
La evolución de la abeja de la mano de la apicultura
La abeja, protagonista de la dulce y milenaria historia de la apicultura, también ha tenido su propia evolución de la mano de los apicultores que han ido poco a poco descubriendo sus necesidades para obtener de su trabajo el máximo provecho.
La antecesora de la abeja actual era solitaria y ponía los huevos en un nido donde había reservas de comida, pero no se ocupaba de la descendencia. Con el paso de miles de años, la evolución conjunta de las abejas y las flores ha llevado a estos insectos a ser sociales y a agregarse en colonias cada vez mayores, lo que ha aumentado la necesidad de recolectar grandes cantidades de néctar y polen para nutrir a la prole.}
Por su parte, las flores, con un abundante botín de néctar, se han convertido en perfectas distribuidoras de polen. Las abejas son atraídas por el néctar que se encuentra dentro de las flores y, por su especial morfología, se embadurnan de polen transportándolo de flor en flor, fecundándolas y garantizando así la continuidad de la especie, además de convertirlas en el mejor agente polinizador existente y el principal factor para la conservación de la biodiversidad.
Preservar a la abeja y su entorno
En la actualidad, gran número de apicultores se suman a la apicultura ecológica que más se acerca a la producción de la miel que, como los antiguos productores, tienen en cuenta todos los factores naturales para preservar los entornos más adecuados que necesita la abeja y así obtener unos productos más auténticos.
La apicultura ecológica tiene como principal objetivo fomentar la sostenibilidad y el cuidado tanto de la colmena como del material que se produce en su interior, y se caracteriza por no utilizar productos químicos y respetar las condiciones de vida de las abejas, asegurando que tengan el espacio necesario, la ventilación adecuada y no lastimarlas al momento de extraer los paneles.
Rubén Mancilla es yerno de Antonio Simón, fundador de la empresa que lleva su nombre y una de las primeras que ha obtenido en España la ‘certificación ecológica’. La relación de esta familia con la apicultura se remonta al año 1897, cuando el bisabuelo de Antonio ya tenía sus colmenas en La Alcarria (Guadalajara, España). Actualmente, su hijo Daniel y Rubén Mancilla, quinta generación de apicultores, se ocupan de las colmenas y de todos los procesos de producción de la miel, hasta su envasado.
Rubén Mancilla explica a EFE las circunstancias bajo las que realizan su trabajo, como es el de la ubicación de las colmenas que, las de ‘Miel Antonio Simón’, se encuentran emplazadas en lugares naturales de especial interés ecológico. En la actualidad, la familia Simón posee más de 20 colmenares repartidos en la Comunidad de Madrid, instalados en sitios de acceso bastante complicado.
“Al ser ecológicas no podemos estar a menos de tres kilómetros a la redonda de ningún cultivo que no sea ecológico ni de una población, es decir, no podemos tener las colmenas donde puedan verse afectadas por pesticidas o contaminación y, sobre todo, durante todo el proceso, las colmenas tienen que estar tratadas de forma ecológica y prescindiendo del uso de antibióticos”.
“Antes de que empiece la temporada hay que preparar las colmenas, que tengan más o menos la misma población de abejas, en ellas les vamos metiendo cera y viendo cómo van creciendo poco a poco y, a medida que crecen, ponemos encima pisos, denominados alzas, que es de donde se recolecta la miel”, afirma Mancilla.
Esmerado cuidado en los colmenares
Los colmenares deberán contar con suficientes fuentes de néctar natural, mielada procedente principalmente de las secreciones de savia de los árboles, y polen para las abejas, así como el acceso al agua y vegetación silvestre en un radio de 3 kilómetros.
Una de las particularidades que tiene este proceso ecológico es que, como indica Rubén, “nosotros no recolectamos miel de la colmena, es decir, de la caja inferior, que es la cámara de cría, la casa de las abejas y desde la cual se van poniendo las alzas encima, que son las que quitamos una vez que hayan operculado (opercular: capa de cera, fabricada por las abejas, que sella las celdas del panal) a un 90 %, por lo menos. Recogemos la miel y la dejamos madurar y filtrar”.
Son 12 las variedades de miel que la empresa Antonio Simón vende, “pero recolectamos siete: Romero, espliego, tomillo, cantueso, multifloral, brezo y roble. El resto son de importación”, señala Rubén Mancilla.
La trashumancia de las abejas en busca de flores
Para conseguir estas variedades de miel, los apicultores tienen que localizar distintas floraciones entre las que hay que realizar la ‘trashumancia’ de las colmenas durante distintas épocas del año, dependiendo del tiempo de floración, y llevarlas a otros sitios donde esté comenzando otra distinta que se quiera recolectar.
A pesar de que, como indica el apicultor, la producción de la miel depende del tiempo y sus consecuentes beneficios o perjuicios en las floraciones, sin embargo, “tenemos una media de unos 40-45 bidones, de 300 kilos aproximadamente cada uno de miel al año”.
Mancilla se muestra orgulloso al explicar que “la miel que más vendemos es la de romero, con la que hemos ganado cinco veces el primer premio a la Mejor Miel de Madrid, además de haberla presentado, junto con la de roble, en los ‘London Honey Award’, en Inglaterra, que es la Feria más prestigiosa de mieles a nivel mundial, en la que por dos años consecutivos hemos conseguido el máximo galardón en la categoría Platinum, para la que se presentan 2.400 muestras y se conceden 40 medallas de platino”.
En la actualidad, existe a nivel mundial un problema mortal para las abejas debido a la propagación del ácaro Varroa, “debido –dice Mancilla– a esta plaga, estamos obligados todos los apicultores una vez al año a sellar con un veterinario oficial la cartilla de tratamientos en el que aparezca el que hemos usado”.
Sin embargo, hasta el final del proceso y por el cariño que profesan a estos insectos productores de uno de las sustancias más dulces, exquisitas y protectoras de nuestra salud que nos ofrece la naturaleza, este equipo de apicultores ecológicos protegen a sus abejas de esta plaga “sin utilizar antibióticos, sino productos naturales, más inocuos”, concluye Rubén Mancilla.