¿Estamos criando hijos débiles? (Spoiler: un poco sí)

Al parecer hay una pandemia de hijos débiles, pero ¿por? Al parecer los traumas infantiles que tuvimos de chavitos, se los queremos evitar a los hijos. Aquí unos tips para que sus hijos sean resilientes, pero sobre todo que resuelvan.

Quién esté libre de pecado, que aviente la primera piedra… Calentar la comida tres veces porque “ya casi se la iba a comer”. Llevar la sudadera olvidada aunque íbamos tarde al trabajo, y hasta resolverles la maqueta del sistema solar. Todo por amor. Claro. Pero… ¿y si estamos sobrecriando? ¿Y si en lugar de ayudar, estamos fabricando hijos frágiles que se van a romper como jarrito de Tlaquepaque al primero problema?

El psiquiatra y autor bestseller Daniel Amen lo dijo clarito en un episodio del podcast Built Different: “Si haces demasiado por tus hijos, estás subiendo tu autoestima… y robando la de ellos.” Y ahí se nos cayó la sonrisa de papás del año.

Hijos que no saben aburrirse

Vamos a empezar con algo simple: el aburrimiento. ¿Qué pasa cuando un niño dice “me aburro”? Muchos de nosotros activamos nuestro alter ego animador de fiestas: sacamos juegos, organizamos salidas, armamos un picnic en la sala. Todo para que nunca se aburran.

Pero el Dr. Amen dice: basta. Cuando un niño se aburre y nosotros corremos a “salvarlo”, le robamos la oportunidad de ser creativos, de tolerar la incomodidad, de buscar soluciones. Lo que deberíamos decir es:“Hmm, qué interesante. Me pregunto qué vas a hacer al respecto.” Sí, suena rudo. Pero no lo es. Es poner el balón en su cancha. Ellos pueden con eso.

Sufrir tantito no los va a traumar

Al revés, los hace resilientes y les da estructura. Si tu hijo olvida su tarea o su suéter, que lo resuelva. No rompas toda tu mañana para resolverles el olvido. El mensaje es este: yo confío en que tú puedes con esto. Y eso es muchísimo más poderoso que resolverles la vida.

Frágil no es lo mismo que sensible

Aquí hay que hacer una distinción clave: No se trata de hacer a nuestros hijos fríos, duros o distantes. La sensibilidad es hermosa y debe cultivarse. Lo frágil es lo que se rompe al primer golpe. Criar con empatía no significa eliminar toda dificultad del camino. Significa decir: “Esto es difícil, pero aquí estoy contigo mientras lo atraviesas.” No quitamos la piedra del camino. Caminamos al lado mientras la esquivan o la saltan. Porque el mérito es de ellos. No nuestro.

¿Y si todo esto es por nosotros?

Aquí es donde se pone incómodo, pero hay que decirlo.  ¿No será que hacemos todo por ellos porque nos hace sentir útiles? Porque nos da ese shot de dopamina de “soy el mejor papá/mamá del mundo”? Otra vez Daniel Amen lo dijo sin anestesia: “Estás aumentando tu autoestima al robar la de ellos.” Auch.

Mini tareas = mas confianza

Según la American Psychological Association, cuando un niño empieza a hacerse cargo de pequeñas tareas —poner la mesa, ayudar al hermanito, preparar su uniforme—, también empieza a construirse como un ser humano con iniciativa, responsabilidad y criterio. O sea, sí: lavar su plato puede llevarlos eventualmente a manejar mejor su vida emocional de adultos.

¿Qué sí podemos hacer?

No se trata de dejar de hacerles caso de un día para otro. Se trata de bajarle dos rayitas a la sobreprotección y confiar. Confiar en que nuestros hijos pueden frustrarse sin desmoronarse. Que pueden resolver. Que pueden crecer.

Podemos decirles:

  • “Haz tu tarea tú. Y si no la haces, enfrentas las consecuencias tú.”
  • “No encontraste tu suéter, ni modo. Lleva otro.”
  • “¿Te peleaste con tu amigo? ¿Qué crees que puedes hacer?”

Y lo más importante: estar ahí. No como héroes. Sino como guía, como respaldo emocional, como el clásico “te amo, pero esta es tu responsabilidad”.

Entonces… ¿los estamos haciendo frágiles?

Un poco sí. Pero también estamos a tiempo de corregir. No con culpa. Sino con consciencia. Porque nuestro objetivo no es tener hijos obedientes, ni perfectos, ni sin una sola frustración.

Queremos adultos que sepan perder, equivocarse, pedir ayuda, resolver y avanzar. Y eso solo se logra con práctica. Con espacio. Con nosotros, sí… pero no delante. Al lado. ¿Se vale seguir ayudándolos? Por supuesto. Solo que ahora, quizá lo más valiente que podemos hacer como papás… es dar un paso atrás.