AP.- Joe Biden ha utilizado el permiso condicional humanitario para migrantes más que cualquier otro presidente de Estados Unidos, con el fin de eludir a un Congreso que no ha brindado la cooperación necesaria. Pero no es el primero en hacerlo.
El poder presidencial ha sido una pieza central de la estrategia de Biden para canalizar a los migrantes a través de nuevas y ampliadas vías legales y desalentar los cruces ilegales, una diferencia radical con lo hecho por su rival Donald Trump.
Biden concedió al menos un millón de visitas temporales a Estados Unidos, las cuales suelen incluir elegibilidad para poder trabajar.
En su campaña para regresar a la Casa Blanca, Trump dijo que pondría fin al “indignante abuso de los permisos humanitarios”.
El permiso humanitario —creado en virtud de una ley de 1952— le permite al presidente admitir a personas “exclusivamente caso por caso, por motivos humanitarios urgentes o beneficio significativo para la población”.
Desde entonces, ha sido ordenado en 126 ocasiones por cada presidente, con la excepción de Trump, según David Bier del Instituto Catón, un organismo partidario de la migración.
The Associated Press habló con migrantes que llegaron durante cuatro grandes oleadas de permisos condicionales humanitarios en los últimos 72 años.
Edith salió de Hungría en 1956
Edith Lauer era una estudiante de 14 años cuando salió de Budapest con sus padres y su hermana mayor, Nora, en noviembre de 1956. Sus padres no se sentían a salvo después de que tanques soviéticos invadieron el país para sofocar un breve levantamiento contra el gobierno, que en aquel entonces estaba bajo el control de Moscú.
Muchas personas huyeron, incluidas unas 32 mil que recibieron permisos condicionales humanitarios en Estados Unidos.
“Sabían que si se quedaban esperando, serían arrestados, (posiblemente) irían a un juicio comunista… y/o serían ejecutados”, recordó Lauer, de 81 años, desde su residencia en Cleveland.
Su padre, un abogado y el único miembro de la familia que hablaba inglés, se convirtió en bibliotecario en la Biblioteca del Congreso. Su madre comenzó lavando platos y posteriormente trabajó en un laboratorio que producía suero de monos.
La guerra de Vietnam en 1975 desató un éxodo
Kim-Trang Dang era una estudiante de derecho de 25 años que trabajaba como maestra cuando salió de Saigón con quien entonces era su esposo, dos hermanos y otros cinco familiares. Su padre y dos hermanas habían salido del país unos días antes.
Era abril de 1975, poco antes de que la capital de Vietnam del Sur cayera en manos de las fuerzas comunistas del norte; Estados Unidos otorgó permisos condicionales humanitarios para unas 340 mil personas.
Condujeron durante media hora a mitad de la noche hacia un puerto ribereño en donde los esperaba una embarcación. Había bombas y disparos en las calles, pero les dijeron que un buque militar estadounidense los recogería en altamar.
Una persona les ofreció su vivienda en Tampa, Florida. Kim-Trang obtuvo empleo y pasaba ocho horas diarias pelando camarones, por las noches tomaba clases de inglés. Se mudó a San Diego en la década de 1980 y consiguió un empleo como trabajadora social en una organización católica, de la cual se jubiló luego de 23 años.
Kim-Trang, de 73 años, tiene tres hijos nacidos en Estados Unidos y cinco nietos.
Más de 125 mil cubanos recibieron permisos en EU en 1980
Mabel Junco llegó a Key West, Florida, a bordo de un barco pesquero que alquiló su tío. Fueron procesados en campamentos para refugiados en el sur de Florida.
La familia de Junco estaba en contra del gobierno cubano. En abril de 1980 el gobernante Fidel Castro anunció sorpresivamente que cualquier cubano que quisiera podía abandonar la isla desde el puerto de Mariel.
Mabel, quien en ese entonces tenía 11 años, dependía de un tío que había vivido en Miami casi 10 años. Él alquiló un barco pesquero para ella, sus padres y una hermana mayor, que tenía 16 años. Salieron de su vivienda en La Habana hacia el puerto de Mariel y se dieron cuenta de que la embarcación estaba en mal estado, y llena de personas.
Mabel, su madre y su hermana abordaron otra embarcación que llevaba a mujeres y niños. Su padre y su tío se quedaron en el barco dañado, el cual fue remolcado por otro hasta que un buque de la Guardia Costera de Estados Unidos los rescató. Después de pasar una noche en altamar, se volvieron a reunir en Key West como parte de lo que más tarde se le llamó Éxodo del Mariel.
La madre, quien era costurera en Cuba, trabajaba en una fábrica de ropa en Miami. Al igual que en la isla caribeña, su padre era camionero hasta que algunos años después abrió una compañía de transporte para ancianos. Cuatro años más tarde, la familia tenía su propia casa, con una habitación para cada persona.
“En Cuba las cosas estaban muy difíciles, muy malas (…) Aquí la vida nos ha dado muchas oportunidades, hemos luchado para adelante… mis padres siempre nos enseñaron que se viene a trabajar, y nada gratis del gobierno”, dijo Junco, que ahora tiene 55 años y es maestra en Jacksonville, Florida.